YOGA CONTEMPORÁNEO
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
Introducción
Hoy en el mundo, en el tiempo contemporáneo, es decir, en este mundo hipermoderno, con cada clase, con cada profesorado, con cada nuevo estilo de yoga que se crea, estamos cada vez más lejos del Yoga con mayúscula.
En general se ha difundido la certidumbre de que el tiempo pasado ya fue y con él, como devorados por su oscuridad, todo lo que fuimos, así, sólo quedaría el presente, se repite que no hay que mirar hacia atrás, donde quedaría el pasado, y vivir sólo el presente. En esa convicción se considera el pasado como algo inamovible, una roca, algo ya petrificado a lo que es mejor no regresar y, sin embargo, sabemos que no hay nada más activo que el pasado, que lo reconstruimos constantemente, que lo volvemos a interpretar, que lo que considerábamos de una manera ayer, hoy se nos aparece de un modo distinto. En realidad, la Historia como pasado que ordenamos e interpretamos obedecería más a un futuro anterior, que a una línea temporal sin vuelta atrás, podríamos resumir esta idea de un futuro anterior, en una frase: “lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser”.
Nosotros podemos aplicar esa fórmula en forma de pregunta y decir: “¿qué habrá sido el Yoga para lo que está llegando a ser?”.
En este tiempo, carente ya de los grandes relatos, de las grandes narraciones, donde el presente es lo que cuenta, el yoga contemporáneo se inventa cada día y sin mirar atrás, a lo mucho se repite que tendría un pasado milenario sin explicar o probar tal afirmación, abundan las páginas en la red en las que se reproduce esta supuesta duración del yoga. Remando contra esta corriente, creemos que se hace necesario, para hablar hoy del Yoga, revisitar el trayecto que lo llevó hasta ahora.
Para esto vamos a echar mano a la investigación más importante que se ha realizado hasta ahora, se trata de una investigación financiada por el Consejo Europeo de Investigación con sede en la Universidad de Londres: el “Hathayoga Project”, una investigación que duró cinco años, del 2015 al 2020, realizado por un grupo de profesores del Departamento de Estudios del Sudeste Asiático (SOAS, por sus siglas en inglés) y de la Escuela francesa del extremo Oriente de Pondicherry. En el “Hathayoga Project” es, por fin, cuestionada la omnipresencia del âsana o postura corporal en la práctica de Yoga en Occidente. Este grupo de aproximadamente veintitrés expertos entre filólogos y antropólogos ingleses, franceses y también indios, bajo la dirección de James Maillison y Mark Singleton, realizaron una investigación de campo en los archivos y bibliotecas de India.
El equipo de investigación se propuso el siguiente objetivo principal: “trazar la historia de la práctica del yoga físico (âsanas) por medio de la filología y la etnografía, combinado con un trabajo de campo entre practicantes de yoga en India”. En otras palabras: ¿cuándo fue que el Yoga devino en práctica de posturas físicas tanto en India como en su viaje a Occidente?
Para lograr su objetivo, el grupo revisó minuciosamente, en sus lenguas originales, una gran cantidad de libros y manuscritos antiguos de India, rastreando el nacimiento de la práctica de âsanas o posturas físicas.
Resultados anticipados
Los primeros resultados de la investigación fueron anticipados por los principales investigadores del proyecto, en dos libros: «El cuerpo en el Yoga: el origen de la práctica moderna de posturas» de Mark Singleton y «Raíces del Yoga» de Mark Singleton y James Mallinson y en notas y artículos de otros investigadores del equipo, como el artículo de Jason Birch sobre la noción de “esfuerzo” en el Hathayoga. Pero, además, en el proceso de la investigación fueron apareciendo otros trabajos que siguen la misma línea investigativa, por ejemplo, «El yoga transnacional moderno» de Hannah K. Bartos.
Aunque no se lo dice explícitamente, toda la investigación gira en torno a un eje central: desmitificar el origen o los orígenes del yoga moderno o, como lo denominan en el proyecto: “yoga transnacional moderno”, ya que éste siempre había reivindicado un antecedente antiguo y clásico. La investigación tiene el claro objetivo de desmentir esa presunción, sobre esto Mark Singleton, es muy claro al sostener que el yoga contemporáneo es un homónimo del Yoga de los Yoga Sutras de Patanjali y no un sinónimo.
El cuerpo y el Yoga transnacional
Singleton divide el yogâsanas o práctica de âsanas, en dos partes, una pre-moderna y otra moderna, sin encontrar relación alguna entre una y otra, si quisiéramos dar un marco histórico a la práctica de âsanas, algo extraño a la mentalidad de India que, basado en sus grandes períodos temporales, tiene una tendencia ahistórica, el yogâsana se desarrolla principalmente desde los siglos XIV y XV, aunque James Mallinson encontró textos donde se describe el âsana refiriéndose a posturas no sentadas (recordemos, de paso, que âsana quiere decir, entre sus muchos significados: asiento, trono), en los siglos X y XII, tiempo en el que aparecen tres âsanas no sentadas que se inscriben en el contexto del Yoga: Mayûrâsana, Kukutâsana y Kurmâsana; la descripción de éstas âsanas sirvieron para desarrollar la obra fundamental del Hathayoga, el que escribió Svâtmârâma, el “Hathapradipikâ”.
Pero, hay varias preguntas, que se componen, después de observar la importancia que adquirió el âsana desde la edad media de India: ¿cómo surgió?, ¿por qué adquirió tal importancia?, ¿cuál fue el empuje que propició todo esto?
Hasta donde llega la difusión de los resultados de la investigación, se obtiene lo siguiente:
Existen descripciones de prácticas físicas ascéticas en textos compuestos hace mil años y muchos de ellos son similares a las técnicas del Hathayoga, hay âsanas que se mencionan en el canon Pali, en obras de los jainistas, en el Mahâbhârata (la gran epopeya de India) y en otras obras menores. Allí se dice que los ascetas se sientan en Virâsana, una postura sentada que, por su implicación con el ascetismo, es incómoda, se sientan también, en Utkatâsana, una postura de rodillas; los antiguos “sâstras”, también describen a ascetas que pasan largos períodos en posturas invertidas o de pie o sobre una pierna o sosteniendo los brazos en lo alto, etc.
Estas técnicas, sin embargo, no formaban parte, en esos contextos, de la práctica de Yoga, eran y lo son todavía en India, técnicas de “tapas” (sacrificio) y el Hathayoga temprano es una codificación de las prácticas físicas de los ascetas que, entre otras cosas, lo utilizaban para la sublimación del “bindu” (semen) considerado la energía vital del cuerpo, clave del poder del ascetismo. De tal manera que el Hathayoga temprano se asociaba originalmente con el ascetismo, tal como su nombre lo indica.
Según James Mallinson, la razón de la codificación de esas prácticas ascéticas, fue porque estaban disponibles por primera vez para una audiencia más amplia y no ascética, considerando que un asceta es un practicante ideal de Hathayoga. Después, se sobrepuso la fisiología tántrica en la manera de apropiación del Hathayoga por los precursores de los Nâth o “Nâth yoguis”, una orden de ascetas muy numeroso e importante en la India clásica, que hoy también están activos, aunque ya no practiquen ésas técnicas.
Ya en la modernidad, todo comienza en la década de 1870, época en que las escuelas del gobierno de India, comienzan a adoptar, en la cultura física, un “culturismo individual y acrobacias”, esta tendencia oficial alcanzó a toda India, incluso a Mysore, donde enseñaba Krishnamacharya. La investigación analiza el informe de 1930 sobre educación física del Departamento de Instrucción Pública de Mysore, en el que se recomienda que los niños en edad escolar sean instruidos en “gimnasia india o extranjera”, esto es precisamente lo que hizo Krishnamacharya, propiciando un renacimiento sintético del ejercicio propio de la región, comprendía yogâsana, pero también otros tipos de ejercicios físicos, por ejemplo las artes marciales y la educación física llegada desde Occidente a la India colonial tardía.
Este acontecimiento de la transformación del Yoga bajo la influencia occidental ya habría sido encontrado por Norman Sjoman en su famoso libro: “Yoga en la Tradición del Palacio de Mysore” de 1996, en el que sostiene que Krishnamacharya, basó su enseñanza de Yoga en el palacio de Mysore en los textos de gimnasia que encontró allí, además de trabajar en el salón que contenía aparatos de gimnasia occidental, que luego dejaría, siguiendo así la tendencia de una cultura física india más asequible económicamente.
En la investigación queda clara la cuestión de la gran influencia de la gimnasia europea que gozó de gran popularidad en la India de la década de 1930, además, de una compilación de ejercicios locales respaldado por el gobierno. Según Singleton esto derivó en una gran influencia sobre el sistema de yoga denominado “estilo Mysore” de Krishnamacharya, pues se trataría de una variante de las rutinas estándar de la época.
La influencia extranjera
Niels Bukh, fue un danés que desarrolló una gimnasia que denominó: “Gimnasia Danesa Fundamental”, explicada y difundida en un manual de 1925, revisada completamente en 1939, tuvo una gran difusión y gozó de mucha popularidad, incluso formó parte del programa oficial del ejército británico asentado en India. El sistema de Bukh, enfatizaba la continuidad del movimiento y el estiramiento intensivo. La YMCA (asociación de jóvenes cristianos, por su sigla en inglés), que difundía su programa de ejercicios en India desde su fundación en Londres en 1844, lo adoptó como gimnasia principal en sus centros desparramados en toda India.
Existen grandes paralelismos entre los dos sistemas, se describen algunos detalles del sistema de Bukh en comparación con yogāsana, tal como lo enseñó Krishnamacharya en Mysore durante la década de 1930.
La gimnasia fundamental de Bukh, se divide, igual que el sistema Ashtanga Vinyasa, en seis series progresivas, se dice que los ejercicios son de naturaleza aeróbica y se practican en un “ritmo vigoroso” para que se genere calor en el cuerpo. Todos los movimientos van acompañados de respiración profunda, según el libro de Singleton por lo menos veintiocho de los ejercicios de la primera edición del manual de Bukh son sorprendentemente similares, “a menudo idénticos”, a las posturas de yoga que ocurren en la secuencia de Ashtanga de Pattabhi Jois o los que se proponen en «Luz del Yoga» de Iyengar, incluso las transiciones de una postura a otra del Ashtanga Vinyasa están presentes en los movimientos de enlace entre los ejercicios propuestos por Bukh en su manual de ¡925.
Durante el primer año de su estadía en el palacio de Mysore, el maharajá, es decir, el gobernante, envió a Krishnamacharya al instituto de investigación de Kuvalayananda, nombre de un pionero indio que creó el primer centro de investigación de cultura física tradicional, para hablar de su obra sería necesaria otra conferencia, aquí diremos simplemente que él creó secuencias cortas y ordenadas de âsanas y distinguió el yoga postural entre posturas meditativas con fines de trascendencia, posturas terapéuticas con fines de tratamiento de la enfermedad y posturas de “cultura física” con fines de corrección postural.
En el método propuesto por Kuvalayananda, el instructor nombra la postura, después de lo cual se guía a los practicantes a través de las tres fases del āsana: entrada-postura-propiamente dicha-salida. Reconocemos en esto el formato adoptado por Krishnamacharya en su enseñanza escolar temprana y que se ha transmitido al yoga postural moderno como el formato de “práctica guiada” del Ashtanga Vinyasa. Estas influencias proporcionan una explicación más satisfactoria de la secuencia de conteo del Ashtanga Vinyasa, quizás, que la versión "oficial" en la que se dice que los conteos exactos están especificados en un texto perdido hace cinco mil años, el “Yoga Kurunta” escrito por Vamana Rishi.
Al final, lo que la investigación quiere demostrar es que el yoga inventado por Krishnamacharya, con la influencia de la gimnasia danesa y sueca y con la aprobación de Kuvalayananda, es un producto moderno, con una historia, y que está por fuera del yoga tradicional o pre-moderno.
Surya Namaskar
Y ya que estamos deconstruyendo las prácticas del yoga contemporáneo, digamos algo sobre el famosísimo Saludo al Sol o Surya Namakara.
Quizá nadie oyó habar de Bhavan Rao Śrinivas Panta más conocido como “Bala Sahib”, quien vivió entre 1868 y 1951, fue rajá en Maharashtra y publicó un libro en idioma marati, el Suryanamaskâr (‘reverencias al dios Sol’), basándose en los ejercicios vyāya de los practicantes indios de artes marciales. En 1938, la periodista británica Louise Morgan, que visitaba el palacio de Bala Sahib, aprendió el ejercicio suryanamaskar, luego, de vuelta a su país, tradujo el texto al idioma inglés, le escribió un prefacio, y lo hizo publicar con el dinero provisto por Bala Sahib. Fue publicado en 1938 en Londres con el título: “El sendero de diez puntos hacia la salud”, después del final de la segunda guerra mundial, la secuencia de ejercicios Suryanamaskar se difundió a Estados Unidos y luego al resto de Occidente.
Conclusión
Para concluir esta rápida visión del trayecto seguido por la práctica de âsanas vinculadas al yoga, observamos que no dijimos nada del Yoga con mayúscula, ni siquiera una definición breve, es que creemos que âsana y Yoga no tienen ninguna relación o la tienen muy insuficiente, esto que parece una desventaja, en realidad también es una liberación, despojada ya la práctica de âsanas de alguna determinación de Yoga, podemos concentrarnos en el punto donde incide con toda fuerza: el cuerpo. La tarea propuesta sería la de distinguir el yogaâsana de otros tipos de ejercicios, en esta operación deberíamos diferenciar, al mismo tiempo, al organismo del cuerpo, el cuerpo se construye o, en otras palabras: el organismo es lo dado, pero el cuerpo es el dato, con todo lo que esto significa.
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