viernes, 20 de marzo de 2020

Más allá del Ashtanga Yoga. Yoga en la tradición del Palacio de Mysore



























Más allá del Ashtanga Yoga. Yoga en la tradición del Palacio de Mysore

 

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés


«No nos quedan más comienzos. Íncipit: esa orgullosa palabra latina que indica el inicio sobrevive en nuestra polvorienta palabra “incipiente”. El escriba medieval marca la línea inicial, el capítulo nuevo con una mayúscula iluminada.» 
George Steiner. Gramáticas de la creación


La historiografía en India


En el prólogo del —hasta ahora— mejor estudio sobre Yoga: “Yoga. Inmortalidad y libertad” (1), el antropólogo e historiador de las religiones Mircea Eliade sostiene que: “El descubrimiento de la India sólo quedará concluido el día en que las fuerzas creadoras de Europa se hayan extinguido irremediablemente.” Ya que cuando alguien pretende estudiar un pensamiento lejano como el de India, “comprende sobre todo lo que está predestinado a comprender debido a la propia vocación, la propia orientación cultural y la del movimiento histórico al que pertenece”.

Después de la independencia de India, abrumados por la organización de la nueva sociedad, sus filósofos e intelectuales se dedicaron a analizar los nuevos problemas, casi todos políticos, así se formó, por ejemplo; Subaltern Studies (2), extraordinarios intelectuales que se dieron a la tarea de pensar el futuro de India mediante una “arqueología del saber”. Así, Danajit Guha (3), uno de los mejores expositores de este movimiento, compara el pensamiento, idealizado, del pasado de India expresado por Rabindranath Tagore con el de Gandhi y de Nehru; en el primero, la India se veía como una sociedad autónoma y autosuficiente que vivía en paz; en el segundo, con una gran voluntad moral y espiritual; en el tercero, como la unidad secular de todas las formaciones políticas. Estas visiones idealizadas del pasado indio, fueron un obstáculo para pensar la actualidad del proceso emancipatorio de India, Guha se pregunta: “¿Quiñen habla por los indios?, del que se deriva: “¿Quién tiene derecho a interpretar su pasado?” La respuesta, aparentemente viene dada por la propia pregunta: los indios deben averiguar y escribir su propia historia, sin embargo, las dos preguntas aluden principalmente a rechazar el simple recuerdo del pasado.

El Otro, en la India post-independencia, fue el “otro tiempo”, aquél miedo milenarista del Pralaya que se encuentra en el Mahabharata, o esa esperanza en el tiempo pasado y glorioso, también se encuentra en los rituales a los antepasados muertos, ese Otro es el tiempo cíclico del retorno. Sin embargo, sostiene Guha, estos no son sino muestras de los “rastros persistentes de esa larga noche del feudalismo temprano, durante la cual la debilidad o la ausencia casi total de producción comunitaria detuvo el movimiento lineal del tiempo y lo hizo girar en torno a los mitos” (Guha, pág. 194)

La batalla por la apropiación de su pasado la ganó India frente a Gran Bretaña, el “otro” como tiempo histórico, se quedó en manos de los propios indios, a pesar de todo el peso de la historiografía inglesa que comenzó en una fecha determinada: 1765 con la entrada de la “Compañía de las Indias Orientales” y el “diwani” o el derecho de recolectar tasas a cambio de un tributo, para esto se requería de una historia de las propiedades, tanto como su registro, así pues, fue el interés económico el que prevaleció para la construcción de una historiografía.

Esta historiografía rudimentaria trajo, luego, grandes equivocaciones a la hora de conocer mejor los lindes originarios de los aspectos espirituales de India, como los Darshanas o el conocimiento filosófico-religioso. Aunque después le siguiera un discurso más elaborado y sofisticado, que fue resultado de la academia británica ya en un entorno seguro debido al control de la riqueza de la tierra y el despliegue del aparato de control ideológico, esta historiografía construyó un largo “informe” tomado del pasado de India en el que podía leerse, como sustento, el glorioso papel de Gran Bretaña.

La historia de la India, asimilada de este modo a la historia de Gran Bretaña, podría ser usada, por tanto, como una medida comprensiva de las diferencias entre los pueblos de estos dos países. Políticamente, esa diferencia fue comprendida como una diferencia entre dominadores y dominados; en términos étnicos, entre un gran polo blanco y otro negro; materiales, entre un poder occidental próspero y sus pobres súbditos asiáticos; culturales, entre altos y bajos niveles de civilización, entre la religión superior de la cristiandad y los sistemas de creencias indígenas hechos de superstición y barbarie —añadiendo a todo esto una irreconciliable diferencia entre colonizador y colonizado—. El Pasado de la India fue así pintado de rojo.” (Guha, pág. 27)

Sin embargo, una batalla semejante, dice Guha, lleva a que también los colonizados reconstruyan su pasado con fines contrarios a los dominadores y lo hicieron marcando las diferencias culturales y políticas, así la batalla fue iniciada y aún continua. La historiografía colonial persiste a pesar de la liberación de India en 1947, esta persistencia tuvo lugar gracias a la colaboración entre las élites de la India y la británica, que tuvo paradojas, como la de promover la autodeterminación de las naciones europeas, pero negarla para los súbditos indios.

Este tipo de paradojas sin resolución afectaron grandemente la forma de historiar los aspectos centrales de la cultura de India, antes y después de su independencia, en ese rango caen, también, los otros caminos por los que transita la cultura, por ejemplo: las disciplinas corporales y los más importantes desarrollos espirituales. En cuanto al desarrollo del Yoga como actividad física, con los Âsanas, que tanto ha fascinado a un Occidente carente ya perspectivas religiosas, la historiografía todavía está por escribirse.

El Sritattvanidhi (4)


Una de esas familias de la élite india, fueron los Wodeyars, que estaban estrechamente relacionados con los británicos, pues les habían devuelto el trono de Mysore en 1790, por lo cual se encontraban políticamente en deuda con ellos y admiraban su cultura. Los Wodeyars quedaron impresionados por la destreza y “superioridad” británica y querían realizar una reforma educativa para las artes y la música en el contexto indio, otro de sus intereses se dirigía hacia la formación física, que también admiraban de los británicos, así el príncipe heredero Krishnaraja Wodeyar, se educó en artes, pero también, físicamente, con ejercicios indígenas y gimnasia occidental.

Uno de los miembros de la familia Wodeyar fue el Maharaja de Mysore: Krishnaraja III, que reinó entre los años 1794 y 1868, fue un gran mecenas del arte, además de escritor, se cuenta de él unos cincuenta libros, el punto que nos interesa de su larga trayectoria es la publicación de  el Sritattvanidhi (Ilustre Tesoro de Realidades) en el siglo 19, una verdadera rareza, obra que contiene figuras divinas del sur de India y, en una de sus secciones, 122 imágenes de posturas de Yoga o Âsanas, siendo el texto más elaborado de este tipo antes del s. XX y que al parecer fue escrito por Krishnaraja Wodeyar III. Otros historiadores (5) sostienen, sin embargo, que este extraño texto de Yoga-Âsanas, fue financiado por el Maharajá, pero no escrito por él, que sólo quería una obra que reuniera la iconografía de las figuras divinas del sur de India.

El libro se encuentra dividido en nueve nidhi, o “tesoro”: 1. Shakti nidhi; 2. Vishnu nidhi; 3. Shiva nidhi; 4. Brahma nidhi; 5. Graha nidhi; 6. Vaishnava nidhi; 7. Shaiva nidhi; 8. Agama nidhi y 9.  Kautuka nidhi. La copia de esta rarísima obra se encuentra en la Universidad de Mysore, en el Instituto de investigación Oriental, al que Norman Sjoman tuvo acceso (Cf. n. 4).

Este libro que transcurre entre imágenes, contiene la mayor cantidad de posturas de yoga que jamás se haya encontrado en un texto antes del siglo XX, además cada ilustración trae aparejada una descripción, en él se ven figuras colgadas de cuerdas, barras de gimnasia, anillas, o en posición de lucha. De acuerdo a Sjoman, este es el principal precursor del yoga que luego enseñaría T. Krishnamâchârya, es decir, se cuenta, como la base fundamental, la procedencia de la gimnasia y no más bien los libros tradicionales de la edad media de India. Se conoce, por supuesto que los dos grandes maestros del yoga contemporáneo estudiaron con él, es decir: B. K. S. Iyengar y K. Pattabhi Jois.

Pero aún más, Sjoman encontró varios tratados en la biblioteca del Palacio de Mysore y descubrió que la familia real había contratado en el año 1900, los servicios de una gimnasta británica, que debía entrenar a los jóvenes príncipes; de acuerdo a este dato, cuando Krishnamâchârya llega al Palacio en 1920 para iniciar la escuela de Yoga, se encuentra trabajando en un gimnasio completo, con cuerdas, barras, etc., por eso Sjoman puede sostener algo muy grave: que varios ejercicios gimnásticos occidentales se encuentran incorporados al programa de Krishnamâchârya y pasan, luego a Iyengar y Jois.

Una prueba de esto es que se pueden rastrear los âsanas que Iyengar introdujo en su primer libro de 1960 hasta Krishnamâchârya, pero no más allá, más notorio es el efecto de la gimnasia occidental en el método desarrollado por Pattabhi Jois.

El Yoga denominado “contemporáneo”


Por supuesto, sobre estas bases históricas y otras, la influencia que ejerció la gimnasia occidental en el desarrollo del Yoga contemporáneo basado principalmente en las posturas del cuerpo, es innegable, así como las Vyâyâmasâla, o gimnasios, arenas instaladas en las ciudades más antiguas de India dirigidas por órdenes ascéticas, donde predominan los ejercicios aeróbicos o, el tipo de ejercicio del Oeste de India que son variaciones provenientes del atletismo griego y que se basan en la contracción muscular.

El atletismo griego tenía como principal función el trabajo sobre las extremidades, pues era una preparación para la guerra.

Pero el sistema postural del yoga se basa en la extensión muscular, la contracción sólo sirve en un primer momento; por otra parte, el sistema se centra en la columna vertebral, no en las extremidades, así podemos describir el ritmo del sistema postural yoga como: contracción inicial que se convierte en estiramiento que lleva al equilibrio y la relajación. Es lo que, en una lectura cuidadosa, nos transmite el aforismo 47 de la segunda parte de los Yoga Sutras: prayatna-saitili-ananta-samâpattibhyâm, “la postura se vuelve firme y cómoda mediante la relajación de la tensión y la fusión con el infinito” (6).

Cada movimiento comienza con un esfuerzo, madura en una extensión para alcanzar una posición final, retrocede luego para alcanzar equilibrio, esto va de acuerdo con el método de los sistemas metafísicos indios, tal es el movimiento de la trascendencia o la revelación. La misma palabra “âsana”, etimológicamente significa sentarse, descansar, también se usa para referirse a las posiciones en el tiro con arco y flecha, o para referirse a las posiciones en la lucha cuerpo a cuerpo, ocasionalmente se usa para referirse a sentarse en un trono y, sin embargo, la palabra prayatna (“esfuerzo de voluntad”, “perseverancia”, “empeño”) (7) del aforismo parece indicar todo lo contrario a “descansar”, tratándose de la definición de âsana dada en el Sutra precedente: sthira-sukham âsanam (S. 46): “Las características de la postura son: firmeza y comodidad”. Así, todo parece indicar que se refiere a otro tipo de âsanas además de la que serviría para la meditación.

Ya habíamos señalado antes (Cf. El Yoga y el Uso del cuerpo) que, en el Hatha Yoga, tener un cuerpo es usarlo con objetivos espirituales, el Hatha Yoga como gimnástica especial, se transforma en una disciplina espiritual. Este concepto, que se encuentra en Patanjali: el âsana como medio de exploración de la mente, se ha perdido de vista en la contemporaneidad. Uno de los pocos textos que hay sobre esta relación y enfoque es el de Theos Bernard: Hatha Yoga. Un método de liberación (8), basado en un clásico occidental poco frecuentado: Goraknâth and the Kanphata Yogîs de George Weston Briggs (9), en el que da indicaciones precisas, sostiene que todo âsana directa o indirectamente intenta “apaciguar la mente”, pero para las meditaciones sólo dos âsanas son consideradas: Siddhâsana y Padmâsana, los demás, toda una multitud, fueron ideadas para consolidar o para alcanzar ésas dos.

Bibliografía:


1. Mircea Eliade. El Yoga. Inmortalidad y libertad. Trad. Diana Luz Sánchez. (México: Fondo de Cultura Económica, 2008
2. Hay una excelente selección de textos en: Silvia Rivera, Rossana Barragán (comp.) Debates Post Coloniales. Una introducción a los Estudios de la Subalternidad. (La Paz: Ediciones Aruwiyiri, 1997)
3. Ranajit Guha. Dominación sin Hegemonía. Historia y poder en la India colonial. Trad. Luis Tapia. (Madrid: Traficantes de Sueños, 2019)
4. En lo que sigue glosamos el estupendo libro de Norman Sjoman: The Yoga Tradition of the Mysore Palace. (New Delhi: Abhinav Publications, 1999). Las traducciones son nuestras.
5. Elizabeth de Michelis. A History of Modern Yoga. (London: Continuum, 2005)
6. José Antonio Offroy. El Yoga de Patanjali. Los Yoga Sûtras. (Madrid: Ediciones Librería Argentina, 2012). Pág. 118-119
7. José Antonio Offroy. En: www.yoga-darshana.com Traduce:
«Prayatna: esfuerzo de voluntad, perseverancia, empeño.
—El prefijo para de prayatna precisa que el esfuerzo es inteligente, medido, adaptado con habilidad. El esfuerzo es justo, adecuado, modulado correctamente cuando la relajación de las tensiones inútiles alcanza la perfección. Porque es la cualidad de descontracción la que da la medida de la inteligencia en el esfuerzo (Marechal Claude “Viniyoga”).
Saithilya: relajación, aflojamiento, debilitamiento, flojedad, laxitud.
Anantya: infinitud, eternidad.
Samâpatti (samâpattibhyâm): (f. abl. Du) mediante la coincidencia, a través de la unidad, a partir de la fusión, con la reunión: 1) mediante la identificación completa, fusión o coincidencia. »
8. Theos Bernard. Hatha Yoga. Un método de liberación. Trad. patricio Canto. (Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte, 1966).
9. George Weston Briggs. Goraknâth and the Kanphata Yogîs. (Calcutta: Oxford University Press, 1938)