domingo, 29 de julio de 2018

Para leer la Bhagavad Gita




Para leer la Bhâgavad Gitâ

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

 

“Por cierto, el único consejo que una persona puede darle a otra sobre la lectura es que no acepte consejos” 

Virginia Woolf

 

“Yogam âtishthottistha bhârata” [En el yoga sitúate, levántate y pelea ¡oh! hijo de Bhârata]

Bhâgavad Gitâ

 

Lo revelado y lo interpretado

 

Los textos sapienciales de India pueden clasificarse en dos tipos: las “Shruti” que nombra la tradición oral (Shru, significa oír) en India o, lo que es lo mismo: la revelación, y las “Smriti” que nombra lo recordado (Smriti, significa recuerdo, memoria), la tradición sagrada; las primeras fueron “oídas”, las segundas fueron establecidas o interpretadas por personas para clarificar lo oído o revelado.

Esta distinción, tan parecida a la distinción occidental entre lo oral y lo escrito, dirimido brillantemente por Jacques Derrida, corresponde en realidad a la división entre un conocimiento exotérico y otro esotérico, que sin embargo, está lejos de cualquier visión mística de la sabiduría de India, también Platón y Aristóteles han producido comentarios y escritos de dos maneras diferentes: primero, la distinción entre la enseñanza oral y la enseñanza escrita; luego, la distinción entre escritos exotéricos y escritos esotéricos; la relación entre ambas distinciones puede darse como: la exotérico es lo escrito y lo esotérico es lo oral que será eventualmente transcrito.

Ahora bien, digamos algo sobre esa bipartición (esotérico-exotérico) tantas veces repetida respecto de los textos sapienciales de India. Nos alejamos aquí de cierta manera metafísica de acercarse a la literatura de India por medios irracionales. Si tomamos como ejemplo a Aristóteles, digamos que su enseñanza exotérica es la que se dirige a los que están fuera (exo) de la filosofía; de manera opuesta, la enseñanza esotérica se dirige a quienes están en (eso) la filosofía  y que ya tienen un recorrido en ella.

La relación entre Shruti y Smriti corresponden al mismo tipo de distinción que hay entre la enseñanza exotérica y la enseñanza esotérica, los textos procedentes de la revelación (Shruti) tienen una posición de mayor importancia que la enseñanza exotérica (Smriti), éstos últimos tienen, además, un carácter protréptico, buscan atraer la atención del oyente (solo posteriormente estos textos fueron llevados a la escritura y conservaron esta condición).

La Bhâgavad Gitâ pertenece a los textos denominados Smriti, y tiene, como lo veremos, esa intención didáctica de los textos sapienciales que intentan acercarse al mayor número de personas, por otra parte, el texto oral está para ser memorizado y en India, al igual que en las enseñanzas del sur de Asia, aprender una tradición significaba memorizar sus principales textos, la escritura sólo venía en ayuda de aquel que era incapaz de hacerlo. En India, la palabra oral es la experimentación verdadera del lenguaje, el gran indólogo William Graham, resalta el término hindú kanthastha, que indica que un texto ha sido memorizado, significa literalmente: “situado en la garganta”.

La Bhâgavad Gitâ y el Mahâbhârata

 

La Bhâgavad Gitâ, tal como sostienen la mayoría de los historiadores, fue redactado y añadida al gran canto épico conocido como el Mahâbhârata, una obra monumental, seguramente el poema épico más largo de la historia de la humanidad, que tiene un carácter arcaizante, mítico y colectivo, la épica es el género literario preferido por las civilizaciones cerradas, donde no hay ninguna interioridad, “ninguna alteridad del alma” (1). 

En el Mahâbhârata se narra la lucha entre dos familias estrechamente unidas: los Kauravas y los Pandavas, descendientes del rey Bharata; los dos ejércitos se preparan para enfrentarse en el campo de los Kurus, unos y otros piden ayuda a Krishna (un héroe divino del que hablaremos luego), él les da a elegir: ofrece su presencia pero sin participar de la batalla o, enviar a sus ejércitos sin su presencia, los Kauravas eligen sus ejércitos, Arjuna y los Pandavas eligen su presencia; la batalla duró dieciocho días, finaliza con la muerte de Duryodhana, el último de los Kauravas, y la victoria de Arjuna y los Pandavas. Pero, todavía dos de los amigos de Duryodhana van en secreto al campamento de los Pandavas y asesinan a todos los sobrevivientes, de aquellas decenas de miles de soldados sólo sobreviven los cinco hermanos y su esposa para disfrutar de la victoria, aunque quedan llenos de dolor por tanta sangre derramada, durante los 36 años siguientes reinan y hacen prosperar al reino, al final, cansados de la existencia humana deciden viajar a los Himalaya para no retornas jamás, solos, sin provisiones, sin criados, uno a uno van muriendo y son recibidos por los dioses en el cielo.

La Bhâgavad Gitâ, cuenta la relación de Arjuna y Krishna en el campo de batalla. Allí, el príncipe de los Pandavas, frente a la inminencia del combate, ve en frente a sus enemigos que son, al mismo tiempo, sus parientes y sus maestros y duda de entrar en la batalla, Krishna que está a su lado como su cochero le reprende, le recuerda su deber de guerrero, le explica que debe combatir sin preocuparse de las consecuencias que pueda producir tal encuentro, Krishna le recuerda que los cuerpos son perecederos no lo espiritual que existe en ellos, en este dialogo surgen preguntas de Arjuna que llevan a una exposición de problemas éticos y metafísicos.

Ese dialogo entre Arjuna y Krishna culmina —sostiene Mircea Eliade— con la esencia de la doctrina revelada por Krishna: ¡Compréndeme e imítame!, ya que todo lo que él expone sobre su relación de su Ser y su “comportamiento” con el cosmos, debe servir de modelo a Arjuna, y éste obtiene la liberación al comprender lo que Krishna es y lo que “hace”, precisamente en el Canto III, 21, dice:
 
“Lo que hace el hombre superior es hecho también por los otros hombres; el ejemplo dado por él es seguido por el mundo” (versión de Gandhi, pág. 56)

“Los hombres comunes siguen los pasos de un gran hombre, sea cual fuere la acción que este ejecute. Y cualesquiera que fueran las pautas que él establezca mediante actos ejemplares, el mundo entero las sigue” (Bhâgavad Gitâ Tal como es, pág. 182)

“En las obras de los mejores hombres, los demás encuentran su ejemplo a seguir. El sendero por donde anda un gran hombre se convierte en una guía para el resto de la humanidad.” (trad. de Julio Pardilla)

Se atribuye a Vyasa ser el autor de la Bhâgavad Gitâ como también del Mahâbhârata, pero ocurre aquí, como en la mayoría de las tradiciones espirituales del mundo, que la sabiduría de una tradición se asigna a un solo representate individual, en Occidente el ejemplo es el autor de gran parte del antigua testamento denominado el Yhavista o simplemente “J” o, en la épica griega, la “hipótesis Homero” (para una mayor explicación sobre estos “autores”, cf. “Poesía y creencia” de Harold Bloom).

Krishna: una aproximación

 

Según la tradición sagrada de India, Krishna es un personaje central que aparece como un héroe al que se le aplican todas las virtudes humanas y divinas, la primera vez que se le nombra se encuentra en la Chândogya Upanishad (VI a. e. c., que tiene un enorme parecido, en su mensaje, a la Bhâgavad Gitâ), bajo el nombre de Devakiputra (hijo de Devaki). A partir de aquí, seguiremos la interesantísima investigación que realizó Benjamín Preciado Solís (2). La segunda referencia que se tiene de Krishna se encuentra en la famosa gramática de Panini (IV a. e. c.), allí se menciona el caso gramatical de nombrar a los seguidores de Vâsudeva y Arjuna, Vâsudeva es otro nombre de Krishna, Patanjali comenta este Sutra confirmando que Krishna pertenece a los Ksatriyas (casta de los guerreros) más afamados, también allí se lo asocia con la palabra bhakti, que en ese contexto podía haber tenido el significado de “seguidor de…”

En la historia de la incursión de Alejandro Magno se cuenta que, en la batalla contra las fuerzas de Poros, éstos llevaban la imagen de un “Heracles” que es como los griegos llamaron a Krishna-Vâsudeva (existen cuatro nombres referentes a Krishna en dos textos Brahmánicos: Vâsudeva, Govinda, Dâmodara y Kesâva) (3).

Nos alejamos, en esta síntesis, de cierto euhemerismo, pues consideramos que la mitología no es Historia. Ahora bien, que la Historia, como ciencia, encuentre buenas fuentes de investigación en las narraciones mitológicas es un atributo de un análisis diferente.

Existen muchas referencias de Krishna en el Rig Veda, aunque es improbable que sea el mismo que el héroe que aparece después. Benjamin Preciado nos muestra esta cronología de la leyenda de Krishna:
El siglo VI a.e.c. algunos recopiladores Upanishadicos incluyeron a Krishna Devakiputra entre aquellos que enseñaron un método de autocontrol y actividad desinteresada en sustitución de los rituales Brahmánicos.
En el siglo IV a.e.c. ya era adorado como un dios sobre todo en Mathurâ y sus alrededores.
En el siglo III a.e.c. un genio literario, que permanecerá anónimo, engarzará los tres atributos de Krishna en un poema épico: el maestro de acción desinteresada, el dios y el héroe y la Bhâgavad Gitâ pasará a formar una parte central del Mahâbarâta.
En el año 100 a.e.c. la divinidad de Krishna es ampliamente aceptada en el norte de India, sus hazañas son replicadas incluso entre los griegos.

La duda de Arjuna

 

La mayoría de los historiadores están de acuerdo en que el tema principal de la Bhâgavad Gitâ es la acción desinteresada, que puede resumirse en al Sutra 19 del Canto III:

“Por lo tanto, ejecuta siempre sin apego el trabajo que debes hacer; porque realizando las accione sin apego el hombre alcanza lo Supremo.” (trad. de Gandhi, pág. 55)
 
“Por lo tanto, sin estar apegado a los frutos de las actividades, uno debe actuar como una cuestión de deber, pues, por trabajar sin apego, uno llega al Supremo.” (Bhâgavad Gitâ Tal como es, pág. 180)
 
“Por lo cual, actúa sin apegos y realiza el trabajo que debes hacer, pues el hombre cuyo trabajo es puro obtiene sin duda lo Supremo.” (trad. de Julio Pardilla)

Sin embargo, nosotros creemos que el leitmotiv de toda la Bhâgavad Gitâ, está en la duda de Arjuna. En occidente, la duda creó una gran parte de la filosofía, la herencia de Descartes todavía nos ocupa ahora, por eso no es desdeñable que la duda de Arjuna haya desarrollado una gran parte de la espiritualidad de India. 

La duda de Arjuna tiene la forma de la vacilación, no es una duda como la que en Descartes inventa al sujeto, sino una vacilación que crea un imitador de Krishna (cf. La Bhâgavad Gitâ y el Mahâbhârata), lo que debe imitarse es la acción desinteresada, puesto que nadie puede permanecer sin acción, incluso la encarnación de un dios, que no está obligado a hacer, permanece en acción (Bhag. III, 23).

Arjuna debe imitar a Krishna y actuar para evitar la “confusión universal” (alegorizado por la batalla que está a punto de suceder), pero para poder hacerlo debe primero, comprender la esencia de la divinidad y sus modos de manifestación, la revelación de Krishna tiene este objetivo, en él se reúnen el Ser y el No-Ser (una versión parmideana del Uno), el medio de esta revelación es el Yoga que enseña Krishna, que está alejado del Yoga de Patanjali: “a imitación del Dios que crea y sostiene el mundo sin participar en él, el hombre aprenderá a hacer lo mismo” (Mircea Eliade, pág. 121).

Condenados a la acción, a los hombres únicamente les queda cumplir sus deberes que, en el contexto histórico de la Bhâgavad, hay que entender como los deberes del varna (literalmente: color) y de la jati (literalmente: el nacimiento) reunidos en el término: “casta” (palabra tomada del portugués), pero debe entenderse como casta propiamente dicha a la “jati”; cada casta tiene una especialización ocupacional, una ocupación tradicional: los Brahmanes (pensadores y sacerdotes), los Kshatriya (guerreros y gobernantes), los Vaishya (agricultores y comerciantes), los Shudra (obreros y sirvientes), existe todavía una casta desde tiempos antiguos: los intocables, que se ocupan de las ocupaciones más “impuras”. (Para una visión más completa de las castas hoy, Cf. Preciado Atadura y liberación, o, c. pág. 85 y sigs.)

Arjuna es un Kshatriya y, como tal, su duda se enmarca en cumplir o no su deber de guerrero, pero debe cuidarse de gozar de los frutos de su acción, esto quiere decir —sostiene Eliade—que los actos humanos pueden ser justificados por medio de sacrificar los frutos de la acción, en esto consistiría el trasfondo social de la Bhâgavad Gitâ: el sostén del universo o, lo que es lo mismo, del orden social.

Prabhakar Kamath y la verdad sobre la Bhâgavad Gitâ

 

Siguiendo la inmensa cantidad de fuentes que nos presenta Mircea Eliade en su extraordinaria obra sobre una parte de la cultura de India (4), el Dr. Prabhakar Kamath (la versión completa puede encontrase en: The truth about The Bhagavad Gita), construyó una lectura de la famosa obra. Aunque sin mencionarlo, Prabhakar Kamath, se ve como un gran lector de Eliade, sostiene, mediante un análisis pormenorizado de las fuentes en idioma original, un comentario crítico de la Bhâgavad Gitâ. Veamos.

El Dr. Prabhakar Kamath, sitúa a la Gitâ en su contexto histórico, lo que no quiere decir historizarlo (ya hemos rechazado cualquier intento de euhemerismo), sino historiarlo, él parte de la existencia, en la historia contemporánea a la escritura de la Bhâgavad Gitâ, de tres sectas: los brahmanistas (sólo en su género masculino Brahman significa sacerdote, en género neutro se refiere a la “palabra o al lenguaje sagrado”, de aquí en más utilizaremos la mayúscula para significar el sacerdote y la minúscula para los brahmanistas) (5), los upanishadistas y los bhagavatas, que pelaban una guerra sorda contra los rituales Brahmánicos (ahora en género masculino: sacerdotes), queriendo, como en el Natyasastra (6), llegar a las masas populares para reemplazar todos los Dharmas de la tierra.

Existirían tres Bhâgavad Gitâ: el primero, el original, que contenía 175 shlokas, es el Gitâ brahmánico, que contiene a su vez dos partes: el “Arjuna Vishada” y las shlokas Brahmánicas que se agregaron más tarde para contrarrestar la revolución Upanishádica; el segundo es el Gitâ Upanishádico, que consiste en shlokas para derrotar al Brahmanismo; el tercero es el Bhâgavad Gitâ destinado a reemplazar todas las diferencias entre los deberes de las castas.

Para Prabhakar Kamath, todo se inicia con una revolución de los upanishadistas que, junto con los bhagavatas, querían reformar a las castas de Brahmanes y Kshatriyas, que consideraban corruptos, para eso elevan a Krishna a la posición de Señor de los Seres, es una guerra por el Sanâtanah Dharma, o el Dharma eterno. Ya encontramos a los bhagavatas y a los upanishadistas en el libro de Mircea Eliade, en él los nombra como aquellos que introdujeron el Yoga en la Bhâgavad Gitâ, pero expurgándole de su ascetismo y de prácticas tan importantes como el pranayama, es un yoga donde la meditación sólo sirve para la unión mística, los remitimos al capítulo IV, páginas 113 a 125, y a una nota muy importante sobre los bhagavatas o Pâncarâtra, páginas 284 y 285 de la obra de Eliade.

Pero, sigamos al Dr. Prabhakar Kamath. ¿Cuál era la corrupción en la que habían caído los Brahmanes y los Kshatriyas? Esto ya fue estudiado ampliamente desde diversos ángulos, los Brahmanes utilizaron el Dharma, el Varna y el Jati para mantener sus privilegios en una sociedad dominada por la diferenciación radical de castas, el Dharma estaba basado en el Karma y en los Gunas (constituyentes de la materia o Prakriti, son tres: sattva, rajas y tamas, según Gandhi representan modos o momentos del ser: inteligencia, energía y masa), por ejemplo en el canto IV, 13 se dice: “El orden de las cuatro castas fue creado por Mí de acuerdo a los diferentes Gunas y al Karma de cada cual; pero sabe que aunque soy el autor de ellas, siendo Yo inmutable, no soy el actor.”

Este shloka fue comentado por Gandhi, él sugiere que los Brahmanes son la culminación de las castas, no la casta superior, significa la predisposición para un servicio superior no una posición superior, y “[d]esde el momento en que se arroga un status de superioridad, se convierte en digna de ser pisoteada.” (Gandhi, pág. 64)

Los bhagavatas y upanishadistas, en esta guerra modificaron la Bhâgavad Gitâ haciendo de él un tratado sobre las Doctrinas del Señor Krishna y del Bhakthiyoga, una herramienta para la liberación de la doctrina de los Gunas y la ley del Karma, así se explica las muchas contradicciones de la Bhâgavad Gitâ, así como las interpolaciones realizadas en diversas épocas.

Entre las técnicas narrativas empleadas para tal modificación, se encuentra, por ejemplo, que introdujeron a Maya por la cual Krishna subyugó a Prakriti (la materia) y a Shraddha (la fe), ambos conceptos eran necesarios en ese momento para contrarrestar al Brahamanismo.

Para probar su tesis el Dr. Prabhakar Kamath, señala cinco roles de Krishna en la Bhâgavad Gitâ: en el Arjuna Vishada es un príncipe que defiende a los Brahmanes; el “gurú” Krishna de los upanishadistas condena al Brahmanismo; el Señor de los Seres que reinstala el sacrificio o los rituales brahmánicos y los Gunas; como Vâsudeva, el dios de los dioses de los Bhagavatas o Pâncarâtra, defensor del Sanâtanah Dharma, o el Dharma eterno que pone al mismo nivel todos los demás dharmas.

Es ampliamente conocido que los Brahmanes intervinieron, por todos los medios a su alcance, en los textos más relevantes de la cultura de India, por ejemplo, el Sankhya y el Yoga eran filosofías racionales y ateas hasta que aparecieron en La Bhâgavad Gitâ de la mano de los Brahmanes, así los Shlokas 2: 40-53 eran pura filosofía racional sin divinidad en ellos.

Según Prabhakar Kamath, los Brahmanes tenían dos armas cuando se trataba de la literatura de sus oponentes, destruían sus textos o los interpolaban con versos pro-Brahmánicos, sin embargo, en el caso de la Bhâgavad Gitâ utilizaron otra forma de interferencia a favor de sus intereses: la “editaron” radicalmente (“extreme editing”), esta edición con cambios extremos dio lugar a una Bhâgavad Gitâ contradictoria, incoherente, repetitiva, confusa, casi incomprensible, esa fue la excusa para que se la leyera con la supervisión de un Gurú. Prabhakar Kamath nos da los pasos editoriales dados para cumplir este fin:

1ro. Aislamiento de Shlokas Anti-Brahmánicos, por ejemplo: la crítica más dura de Krishna a los ritualistas védicos las colocaron en el capítulo XVI para que no se leyera la relación con el capítulo XVII que contenía una respuesta dura al retorno de los Shlokas Brahmánicos.
 
2do. Cambiaron capítulos para confundir aún más a los lectores.
 
3ro. Codificaron los capítulos pertenecientes a los brahmanes, a los upanishadistas y a los bhagavatas por separado, por lo que se hace difícil determinar su cronología, de acuerdo con Prabhakar Kamath, los capítulos: VII, IX, X, XI, XII y XVI, deberían venir después de los capítulos pro-Brahmánicos: XIV, XVII y parte del XVIII. Son los capítulos en que Krishna reemplaza a Brahmam.
 
4to. Esparcieron Shlokas brahmánicas, upanishádicas y bhagavatas por todo el texto en pedazos.
 
5to. Escribieron Shlokas del oponente para legitimar los suyos, así procedieron los últimos editores de la Bhâgavad Gitâ, una de sus metas fue mantener la doctrina de los Gunas, por ejemplo, crearon la ilusión de que Krishna les decía a los lectores que el conocimiento de los Gunas lo ayudó a alcanzar la liberación (Moksha).

Frente a esto el Dr. Prabhakar Kamath propone un comentario que tome en cuenta esta yuxtaposición de textos, y rechazar los comentarios de los tres grandes comentadores del Bhâgavad Gitâ: Shankaracharya (788-820 d. e. c.), Ramanujacharya (1017-1137 d. e. c.) y Madhvacharya )1238-1317 d. e. c.), sin embargo, estos comentadores tan reputados no podrán ser descalificados tan fácilmente, seguramente se alzarán voces defendiéndolos ya que se trata, para muchos, de verdaderos maestros cuya palabra se considera sagrada.

Como ejemplo de lectura crítica, Prabhakar Kamath, propone el comentario del Shloka 47 del capítulo II de la Bhâgavad Gitâ, primero lee los ocho Shlokas previos: en II:39 Krishna introduce las doctrinas del conocimiento de Atman y Buddhiyoga para reemplazar la doctrina Brahmánica de las Gunas y de la ley del Karma; en II:40, Krishna explica las ventajas de Buddhiyoga del upanishadismo sobre la ley del Karma del brahmanismo; en II:41 hasta el 44, Krishna condena a los ritualistas védicos como ignorantes, obsesionados por el deseo de ganar Karmaphalam (placer, señorío y cielo); en II:45, Krishna recomienda trascender los tres Gunas y la ley del Karma; en II:46, desvaloriza a los Vedas debido a su inutilidad para las personas iluminadas; con todo este contexto se lee de manera diferente ese famoso Shloka II:47:

“Solamente la acción es tu obligación, jamás los frutos de ella; que el fruto de la acción no sea tu objetivo, pero no debes evitar la acción misma.” (Gandhi, pág. 44)
 
“Su derecho es únicamente al Karma y nunca en ningún momento a sus frutos (Phalam). Nunca seas la causa de la acción por sus frutos (Karmaphalam). Sin embargo, nunca te apegues a la inacción.” (trad. de Kamath)

Leído así, este shloka no tiene nada que ver con la situación de Arjuna sino con la de los Kshatriyas en general y les pide ser karmayoguis, en este contexto la palabra Karma no significa Acción sino Yajna (sacrificio), este shloka se complementa con el III:25:

“Tal como el ignorante ejecuta todas las acciones con apego, también Oh Bharata, el sabio debe actuar, pero con desapego, por el bienestar de la humanidad.” (Gandhi, pág. 46)
 
“Así como los ignorantes realizan sus deberes con apego a los resultados, así mismo deben actuar los sabios, pero sin apego, a fin de llevar a la gente por el buen camino.” (trad. Bhâgavad Gitâ Tal como es, pág. 186)
 
Los ignorantes o no iluminados son los ritualistas védicos, los sabios o iluminados son los que practican karmayoga, que deben actuar como guía de la humanidad, de la gente, “de las masas” (dice Kamath).

¿Traducción o análisis filológico?

 

Pasemos ahora al texto mismo como obra escrita, la Bhâgavad Gitâ encuentra su más amplio desarrollo en las múltiples traducciones y análisis de que ha sido objeto.

En De camino al habla, Heidegger instala el lenguaje como incomunicable, inexpresivo, esto es, la lengua deja su condición de “lengua natural” para alcanzar la materia del pensar mismo, la cosa misma del pensar, la traducción, cualquiera que esta sea, no cesa de hablar de eso. El Dr. Rogelio Fernández Couto, en la nota a la edición castellana de Das Ereignis de Heidegger (7), sostiene que siempre se pierde algo en cualquier traducción, mientras más metáforas haya en un texto más grandes serán las pérdidas en la lengua de llegada, se abandonará el potencial de la lengua de partida, sus resonancias sintagmáticas y paradigmáticas y, sin embargo, afirma con sutileza: “eso que perdimos nunca estuvo a nuestra disposición, nunca lo poseímos.” Cualquier traducción pierde lo que hay de esencial en una obra: lo intangible, lo secreto, lo poético.

Aquello que aún queda por decir de lo dicho, esos “agregados”, son el objeto de la Filología o, en otras palabras, donde la traducción cree terminada su tarea comienza la de la Filología, ella cumple su tarea muy lentamente, pues “[e]l hecho de que la filología se ocupe del detalle, de los detalles de un detalle, de los intermundos entre estos detalles, lentifica su movimiento en el lenguaje y en el mundo.” (8)

Pongamos un ejemplo, en toda la Bhâgavad Gitâ se menciona, de diversas maneras, la repuesta a la duda de Arjuna dada por Krishna con estas palabras:

Karmanye vâdhikaraste mâ phaleshu kadachana

Que se ha traducido generalmente como: “Haz tus acciones sin preocuparte del resultado”, es la frase con la que se bautizó a toda la obra como “el evangelio de la acción desinteresada”, lo que es sin duda una reducción abusiva. Ahora bien, la palabra Phalam, significa en verdad “Recompensa” y no “Resultado”, así que corrigiendo la traducción tenemos:

Cumpla con su deber o sus acciones sin esperar ninguna recompensa

Esta es la base del Karma Yoga, “recompensar” es dar reconocimiento a una acción o, lo que es lo mismo, proporcionarle prestigio; en cambio, el resultado tiene que ver con la consumación de una acción. Es precisamente la tesis principal del Dr. Prabhakar Kamath, en la que los Brahmanes ganaban capital simbólico con sus rituales y por eso los promovían al rango más elevado.

Otro ejemplo notable de análisis filológico de la Bhâgavad Gitâ, es el estudio de las marcas orales que trae y, que provienen de la misma estructura de la lengua sánscrita, donde el sonido es primordial, la Bhâgavad Gitâ, además, contiene ciertas marcas que la hacen muy oral, en toda las cosmogonías, cosmologías y en la metafísica de India encontramos tal conjunción de sonido y palabra oral, ya en el Rig Veda se encuentra un himno dedicado a la dios Vâc que es la personificación de la “palabra sagrada”: 

“Uno que la mira no la ve. Otro que intenta escucharla no la oye porque la palabra, como una esposa amante bellamente ataviada, revela su cuerpo a su esposo.” (9)

En el Rig Veda la “palabra sagrada” está asociada con el “sacrificio” y por tanto a lengua sánscrita como “lengua sagrada”, así mismo, la palabra Brahman (que en género masculino corresponde a sacerdote) se halla innumerables veces en los textos sagrados, pero bajo su forma de “palabra sagrada” (en género neutro) de la misma manera que la diosa Vâc y tiene el significado de palabra ritual, de fórmula verbal sometida a las reglas de la poética.

Algunos indólogos, es el caso de William Graham (10), sostienen que incluso la tensión entre la oralidad y la escritura, llegó a excluir a ésta última, cita uno de los textos védicos llamados: “libros del bosque”, el Aitareya Âranyaka, en el que la escritura se la compara con actos impuros como haber visto un cadáver o comido carne. Todo confluye bajo el razonamiento de que la palabra sagrada debe ser oída en contacto con un maestro. Podemos concluir que la escritura, si bien jugó un papel primordial en la transmisión de los textos sagrados, quedó relegada a un segundo grado como herramienta de conocimiento.

Todavía queda por analizar las razones que llevaron a jainistas y budistas a adoptar la escritura como principal medio de difusión de sus ideas, es que, en ellos, su objetivo no estaba como en la de los Brahmanes conseguir una hegemonía cultural y social, sino en llegar a la mayor cantidad de personas posible con su mensaje, esta es, al mismo tiempo, una de las razones que los llevaron a su exclusión.

El yoga en la Bhâgavad Gitâ

 

Digamos finalmente la idea de Yoga propuesta por la Bhâgavad Gitâ. La gran originalidad del autor de la Bhâgavad Gitâ —sostiene Mircea Eliade— es haber insistido en un “Yoga de la acción”, que se cumple al renunciar a los frutos de los propios actos, ésta es una particular interpretación de la técnica del Yoga, que permite desprenderse del mundo pese a seguir actuando y viviendo en él, tan alejado de los sabios yoguis que recomendaban el Kaivalya (literalmente: aislamiento trascendental), la meditación y el aislamiento, esta es una prueba de que el texto quería llegar a las grandes masas de gente que buscaban un vía de liberación sin llegar al ascetismo y a la renunciación. 

Propone un yoga al alcance de todos, diferente al propuesto por Patanjali, el fundador del Yoga Clásico, en el yoga de la Bhâgavad Gitâ adquiere mayor importancia la devoción mística, Krishna es el único objetivo de la práctica y meditación, es por gracia de él que el yogui obtiene el nirvana, que es distinto del nirvana budista o del Samadhi de los Yoga Sutras, este nirvana especial es en realidad la unión mística en el alma y su dios.

Notas:

 

(1) Georg Lukács, citado en: Francisco Gil Villegas. El profeta y los mesías. Lukács y Ortega como precursores de Heidegger en el Zeitgeist de la modernidad (1900-1929). (México: El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 1996)
 
(2) Seguimos aquí el interesantísimo trabajo de laboratorio de textos de Benjamín Preciado Solís: “Primeras evidencias históricas de Krishna” y “El Hinduismo”.
 
(3) David N. Lorenzen y Benjamin Preciado Solís. Atadura y liberación. Las religiones de la India. (México: Centro de Estudios de Asia y África, 1996)
 
(4) Declaramos aquí, la “cultura de India” no la “religión de India”, puesto que tal distinción (entre religión y las demás formas culturales), en un país con múltiples visones culturales, no tiene utilidad teórica ni filosófica.

(5) En la entrevista que realizara Tony Lévy a Charles Malamoud (Correo de la Unesco. Mayo de 1993) esta palabra se halla aclarada con mayor precisión:

 «Esa palabra brahman es sin duda alguna una de las más misteriosas de la lengua sánscrita. En la tradición especulativa que empieza con los Upanisads, brahmán va emparejada con atman: el brahman “absoluto” del universp, corresponde al atman que es el Sí mismo, el Absoluto que se desvela en la reflexividad del alma individual. La palabra atman es la base de una numerosa pléyade de nombre derivados que hay que tratar de poner en orden.

Así pues, en el punto de partida está la palabra brahman de género neutro. Su significación primaria es seguramente “contenido esencial del Veda”; y dado que los poemas védicos contienen numerosos enunciados en forma de enigma, brahman acaba por significar también “enigma”. Un primer nombre derivado es brahman en género masculino: este término designa el hombre que se halla especialmente versado en el conocimiento y la utilización de esa palabra que es brahman neutro; en el ritual es, entre los dos sacerdotes que ofician en el sacrificio, aquél que vela por la exactitud de las fórmulas empleadas; “médico del sacrificio”, apenas dice nada, pero es algo así como la encarnación del texto védico en el terreno del sacrificio. En el hinduismo postvédico existe una palabra brahman masculina que es un nombre propio: es Brahman (o Brahma), dios principal que, junto con Visnú y Siva, forma la tríada suprema, la triple constelación llamada Trimurti.

Por otro lado, está la palabra brahmana que significa “lo relativo al brahman” y designa esos tratados del sacrificio a que me he referido. Otra palabra brahmana figura en el vocabulario sánscrito; es lo que traducimos por “brahman”, el hombre que pertenece por nacimiento a la más alta de las cuatro “clases” de la jerarquía social india, la “clase” sacerdotal. Precisamente el brahmanismo es esa religión que considera que los brahmanes son los depositarios del saber védico y los únicos habilitados para oficiar sacrificios.»
(6) En la enorme producción cultural de India, algo poco estudiado, junto con su poesía (su danza y su música ya alcanzaron las cumbres de lo mejor del arte en el mundo), es su teatro.
En un texto canónico, el Natyasastra escrito, entre los siglos 100 y 300 de la era común, por Bharata Muni (como es bien conocido en la literatura de India, este dato queda entre paréntesis, pues los nombres son a menudo sólo sombras de los verdaderos autores), se escribe, por primera vez sobre la danza, la música y el drama, esto es: Bhava, la emoción, Raga, la melodía, Tala, el ritmo y Mavi, el estado de ánimo. Es decir, todas las características del arte escénico.
Lo interesante de este texto está, para nosotros, en el mito que cuenta, que se parece mucho al mito griego de Prometeo, ése que robó el fuego de los dioses para dárselo a los hombres; aquí los dioses, representados por Indra, le pidieron a Brahma que cree un quinto Veda para que no sólo las castas superiores pudiesen acceder al conocimiento verdadero, sino también los pertenecientes a la clase más baja de la India: los sudras. Entonces, Brahma Muni tomó los cuatro Vedas y eligió lo mejor de ellos: del Rig Veda, la recitación; del Sama Veda tomó la canción; la representación histriónica del Yajur Veda (es curioso que el famoso libro sobre las “fórmulas rituales” haya servido para extraer de él, la parodia o la imitación); y el sentimiento del Atharva Veda.
El Natyasastra (natya viene del sánscrito nat: representar, actuar) venía pues, a cumplir el papel de divulgar o a ser una vulgata de la literatura védica, así fue aceptada y su recepción introdujo adaptaciones y localismos, lo que lo hizo aún más aceptable por las castas más bajas.
El mismo papel juega la Bhâgavad Gita en el hinduismo, siendo su belleza —al igual que el Natyasastra—, su presentación en forma de representación dramática, algo que explica que fuera puesta en escena muchas veces.
 
(7) Dr. Rogelio Fernández Couto, Nota a la edición castellana. En: Martin Heidegger. El evento. (Buenos Aires: El Hilo de Ariadna, 2016)
 
(8) Werner Hamacher. 95 tesis sobre la Filología. Trad. Laura S. Carugati. (Buenos Aires: Miño y Dávila, 2011)
 
(9) Citado en: Miquel Peralta Pujol. Aspectos de la oralidad en la Bhagavad Gitâ. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona.
 
(10) William Graham, en: Ibídem.

Bibliografía:

 

El Bhagavad-Gîtâ. Tal como es. A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupâda. Trad. Marcos Zafarani. (Buenos Aires: Fondo Editorial Bhaktivedanta, 1997)
El Bhagavad Gita de acuerdo a Gandhi. Trad. Inés Lazo Preuss, M. A. Universidad de Benarés, India. (Buenos Aires: Editorial Kier, 1984)
El Bhagavad Gita. Versión de Julio Pardilla. En línea.
Mircea Eliade. El Yoga. Inmortalidad y libertad. Trad. Diana Luz Sánchez. (México: Fondo de Cultura Económica, 2008)
Walter Benjamin. Ensayos escogidos. Trad. H. A. Murena. (Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2010)
Harold Bloom. ¿Dónde se encuentra la sabiduría? Trad. Damián Alou. (España: Punto de Lectura, 2006)
Harold Bloom. Poesía y creencia. Trad. Luis Cremades, revisada por Isabel García Parejo. (Marid: Ediciones Cátedra, 1991)
Patañjali. Yoga Sûtras. Traducción directamente del sánscrito al castellano por: José Antonio Offroy Arranz. (Madrid: Ediciones Librería Argentina, 2012)