martes, 6 de agosto de 2019

Yoga Iyengar o la caída en la técnica






Yoga Iyengar o la caída en la técnica

 

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

 

Quitarle a un pueblo el hombre a quien honra como al más grande de sus hijos no es algo que se emprenda con gusto o a la ligera, y menos todavía si uno mismo pertenece a ese pueblo. Mas ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la verdad en beneficio de unos presuntos intereses nacionales, tanto menos cuando del esclarecimiento de un estado de cosas se pueda esperar ganancia para nuestra intelección.” Sigmund Freud. Moisés y la religión monoteísta

Yoga Iyengar

 

Algunos alumnos de Bellur Krishnamachar Sundararaja Iyengar, más conocido como BKS Iyengar, crearon el sintagma: “Yoga Iyengar” para diferenciarlo de otros métodos, sin embargo, el propio BKS Iyengar no estaba de acuerdo con esta nominación, ya que él siempre sostuvo que enseñaba el método clásico estructurado por Patanjali en los Yoga Sutras.

Uno de sus alumnos más destacados Patxi Lizardi, responsable de toda su obra en castellano, describe el método en sus aspectos básicos: precisión, intensidad y dinamismo; de éstos seguramente el más importante es el primero: la precisión, que está basada en la gran cantidad de detalles técnicos que buscan alineamientos y simetrías para lograr una postura “correcta” y “exacta”. Corrección y exactitud que, realidad, son la base de todo el método, exactitud y corrección llevadas al exceso, por ejemplo, en sus “fichas técnicas”, podemos encontrar esta extensa y pormenorizada descripción de un âsana:

«Entrada en la postura: Desde parsva hastha padâsana, exhala y alargando el tronco bajo lateralmente y agarra el tobillo derecho con la mano. Estira el brazo izquierdo a la vertical en línea con el brazo derecho y el hombro izquierdo, gira el tronco hacia arriba y mira l pulgar de la mano izquierda.»

«En la postura: Abre las plantas de los pies en el suelo y estira los dedos, sube las rótulas, gira el muslo derecho hacia afuera alineando la parte frontal del muslo, la rodilla, la tibia y el tobillo con el pie derecho, entra el coxis y resiste con el muslo izquierdo hacia atrás. Agarra firmemente el tobillo con la mano derecha, gira la pelvis y l tronco hacia arriba, alarga los bordes del tronco, tiene que estar paralelos entre sí, gira los hombros hacia fuera, baja los trapecios y entra los omóplatos, abre el pecho. Alinea el coxis y la parte posterior de la cabeza, estira la columna desde la base hasta la cumbre de la cabeza, estira los brazos desde el centro del pecho creando un desafío entre ambos. Gira la cabeza desde la base de la nuca y mira el pulgar izquierdo sin dejar caer la oreja derecha hacia el suelo. Mantén la postura 20 segundos. Inhala y con las piernas y los brazos estirados vuelve a parsva hastha padâsana y cambia de lado.»

«Advertencia: Alarga el borde inferior del tronco (cuando haces la postura hacia el lado derecho, el borde inferior corresponde al flanco derecho) desde la ingle hasta la axila ya qu al bajar se tiende a encoger.»

Debido a esta meticulosidad en la ejecución de un âsana Prashant Iyengar, hijo de BKS Iyengar, añade (en Yoga and the New Millennium) que Âsana y Prânâyâma hacen en realidad Yoga, que se realizan mediante cuatro aspectos: una técnica meticulosa, la secuenciación, los tiempos de permanencia y la integración de estos tres aspectos. Por supuesto, encontramos también aquí que la “técnica meticulosa” es el aspecto principal e integrador de los demás.

El objeto en el cenit de la cultura contemporánea

 

Ninguna obra escapa al horizonte de su época. Esta es la época del objeto (cualquier objeto) elevado al rango de ideal. Este objeto es producido especialmente por la técnica. ¿Cómo se entronizo el objeto, qué lo permitió? La respuesta la hallamos en el crecimiento sin límites de la ciencia y en la pérdida de la autoridad de los ideales que hasta el siglo XIX dominaban la escena, así se pasó de la “pasión” como síntoma predominante de los siglos XVIII y el XIX a la “adicción” o las adicciones del tiempo presente. La pasión, como emoción, abarcaba todos los límites del goce, la pasión era sentida, como tal, como se sentía el amor o la angustia, en cambio ahora la adicción es un salir afuera del sujeto y encontrar el objeto que producirá un goce siempre ilimitado, la psiquiatría norteamericana, tan propensa a las clasificaciones, habla de “shopping addiction”, “work addiction”, “sex addiction”, podríamos agregar aquí el "yoga addiction" (el yoga como uno más de los objetos de consumo).

Las adicciones nos muestran la reunión del sujeto con los objetos, no hay impotencia o imposibilidad, —a diferencia de las pasiones: los amores imposibles— aquí hay más bien el ofrecimiento de una posibilidad sin límites, se trata de que ya no existen barreras, es el triunfo del narcicismo y la adoración de la propia personalidad. Todos los objetos son capaces de proporcionarnos la verdadera realidad y se nos muestran como alcanzables, por tanto, hay que sentirse culpable por no alcanzarlos. En las adicciones el objeto se vuelve necesario.

La “época de la verdad” que podemos situar entre los siglos XVIII y XIX, (en la India del Yoga, un poco más atrás y con una mayor duración) ha cedido frente a una “época del goce”, la actual,  en el que se nos propone un objeto para la satisfacción, un objeto que se puede tener, es un objeto que funciona para todos, y es una época globalizada, llega a todas partes, incluso a la milenaria India, lugar de nacimiento y desarrollo del Yoga.

La técnica en el Yoga

 

La técnica, en su inicio, fue la elaboración de instrumentos y herramientas que permitían al hombre entablar un dialogo productivo con su entorno, el objeto técnico venía como ayuda para conocer, comenzaron como prótesis del ser humano, para ver más lejos o para ver organismos muy pequeños, para entablar conversaciones salvando distancias muy largas, también para matarnos mejor con las armas, pero luego la técnica devino autónoma, autopoyética, ilimitada, el “gadget” como objeto inútil pero que todos quieren conseguir es el ejemplo paradigmático de la fascinación por su funcionalidad, como productos de la tecnociencia, ayudan a crear una ilusión de autosuficiencia y de dominio.
La técnica en esta época es la encargada de elaborar objetos para consumo. Aparejado con este deslumbramiento de la técnica está la ciencia como horizonte contemporáneo, nada que se diga serio puede escapar a ser considerado “científico” y, sin embargo, el significante mismo “científico” funciona como un gadget, así hay hechos “científicos” y los demás.

En el Yoga clásico, no existe nada parecido a una tecnología o tecnociencia, primero por la época en que se escribieron sus principales textos, después, por la cultura en que se desarrolló, tan alejada del pesimismo de la máquina. Para Mircea Eliade, autor del libro: Técnicas del Yoga, los miembros del Yoga que construye y describe Patanjali pueden ser considerados como un grupo de técnicas cuya finalidad última es el Samadhi, pero puede decirse que toda la técnica yóguica comienza con el tercer miembro: el Âsana, que se define como sthirasukham, “estable y agradable”, lo que importa —dice Mircea Eliade— es que el âsana confiere una estabilidad rígida al cuerpo y reduce al mínimo el esfuerzo físico. Estamos aquí, entonces, en las antípodas del Yoga tal como se lo practica en el occidente contemporáneo, donde lo gimnástico (Ashtanga Yoga) y la técnica llevada al exceso (Yoga Iyengar), se pierden en la práctica del âsana en sí, convirtiendo a sus practicantes en “técnicos en âsanas”.

En el yoga clásico, el âsana viene como técnica para descentrar la atención que prestamos al cuerpo, la disolución de la identificación al cuerpo o, lo que es lo mismo, obstruir la identificación al semblante. Pues, el objetivo de las posturas meditativas (âsanas) siempre es el mismo: “el cese total de la perturbación debido a los contrarios” (Yoga Sutras, II,48), la cita es de Eliade. Así, la conciencia ya no es perturbada por la “presencia del cuerpo”.

El âsana realiza “la primera etapa hacia el aislamiento de la conciencia, las puertas que permiten la comunicación con la actividad sensorial empezarán a levantarse”. (Mircea Eliade, pág. 64)

El âsana es el representante de todo el Yoga como rechazo a la condición biológica, el âsana es rechazo a moverse, es rechazo a respirar, el yogui en estado de âsana puede compararse con na planta o una estatua divina. Todas las técnicas del yoga tienen en común este carácter de “rechazo”, de negación de la condición “profana” de la vida humana, esto tiene que ver con la división antigua entre lo sagrado y lo profano, que está enraizado en el pensamiento más antigua de India, por ejemplo, en la visión védica el mundo de los dioses es todo lo contrario del mundo de los seres humanos, la mano derecha de los dioses corresponde a la mano izquierda del ser humano, un objeto roto en el mundo de los hombres está intacto en el de los dioses, etc. el Yogui imita ese modelo trascendente.

Hasta aquí el yoga clásico, pero en nuestra época, —la época del objeto globalizado como lo describíamos más arriba— ocurre una doble inversión, una desmentida, es decir, una negación que es en realidad una afirmación, en el Yoga practicado en occidente se afirma la posición del objeto o del "gadget", éste está representado por la importancia capital que se da al âsana, a su técnica, a su práctica, a lo que lo recorre como “terapia”, en la prolongación de un ideal de belleza corporal o en lo que realiza de adiestramiento (Cf. Peter Sloterdijk).

Bibliografía:

 

Mircea Eliade. Técnicas del Yoga. Trad. Alicia Sánchez. (Barcelona: Kairós, 2000)
Prashant Iyengar. Yoga and the New Millennium. (Mumbai: YOG, 2001)