El Yoga y el uso del cuerpo. El cuerpo en la filosofía occidental. Una mirada. (Primera parte)
«Wie er leibt und lebt»
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
La subversión del cuerpo
El epígrafe que suspendemos después del título, conforma un antiguo
giro lingüístico del alemán, que dice, recurriendo a sugerencias existenciales:
“Tal
como él vive”, donde “lebt” alude
al cuerpo “Leib”, pero no como cuerpo
físico o biológico que en alemán se dice: Korper,
sino “al cuerpo que soy, a mi forma de instalación corporal en el mundo” (1),
como heráldica, o blasón, como lo imaginario de su esquema mental, pues “las
integraciones más o menos parcelarias que parecen constituir su ordenación
funcionan allí ante todo como los elementos de una heráldica, de un blasón del
cuerpo.” (2)
El cuerpo, como blasón, es la conformación imaginaria de un
todo “orgánico”, que esconde sus fragmentos bajo la forma de una “imagen”,
unidad requerida para la instalación de lo simbólico, es decir, para la mirada
del Otro. El cuerpo, entonces, en el ser-hablante, no es sino la ubicación de
éste en el mundo.
El pensar sobre el cuerpo y desde él, ya estuvo presente,
desde hace siglos, en la cultura de India, en el pensar occidental su surgimiento
es reciente, comienza propiamente con el “resto”, aquella parte que queda fuera
del pensar hegeliano, fuera de ése pensar que pretende que nada está fuera de
la lógica dialéctica. Sabemos que Hegel plantea el fin del pensar con el
surgimiento del Sabio o, lo que es lo mismo, con el saber absoluto, que como
bien sostiene Zizêk (3), es la “apertura historicista más radical”, la
contingencia absoluta, en el que el pasado no cesa de reescribirse,
actualizándose permanentemente.
Esto que “resta” del pensar hegeliano, se encuentra
representado en la frase de Walter Benjamin, en el contexto del judaísmo: “Cada día, cada instante es la pequeña puerta
por la que entra el mesías”, esto que tiene que ver, a su vez, con el
tiempo mesiánico, se refiere a la “relación de todo instante, de todo kairós, con el fin del tempo y de la
eternidad” (4) Es la contingencia más radical. “Es el tiempo que resta entre el tiempo y su fin” (ibídem).
El cuerpo como “resto” es aquello que queda por pensar entre el pensar y su fin
(“fin” como telós y como término), el
cuerpo es aquello que ha quedado como lo “impensado” en la filosofía hegeliana
y, sin embargo, a cada instante el cuerpo
insiste y resiste este olvido.
El cuerpo en la filosofía de Descartes
Contrariamente al lugar común, que manda pensar en Descartes
como el que sistematizó el dualismo en Occidente, de acuerdo a Foucault (5), al
contrario, el conocimiento es, en Descartes, el resultado de la unidad, de la
“continuidad entre el deseo de conocer. El instinto y el saber, el cuerpo y la
verdad” (ibídem).
Esta unidad, se verifica mejor en su: Tratado de las pasiones del alma (6), en el que “pasión” significa
la continuación de conocimiento del alma que responde a una inclinación del
cuerpo, cuando un objeto impacta sobre los sentidos del cuerpo, el alma se
encuentra inclinada para considerarla importante, para “admirarla”, admiration en francés antiguo recoge
también los sentidos de reverencia y desdén: “[…] la utilidad de todas las
pasiones consiste tan sólo en que predisponen al alma para que quiera las cosas
que nos son útiles, según dicta la naturaleza, y para que persista en esta volición;
como también la propia agitación de los espíritus, que habitualmente las causa,
predispone al cuerpo a los movimientos que sirven para ejecutar esas cosas.”
Descartes enumera, después, las pasiones en su orden
jerárquico: la admiración, la veneración,
el desdén, amor, odio, el deseo, la esperanza, el temor, los celos, la
cobardía, etc.; en el artículo CCXII, “dice: “Por lo demás, el alma puede
tener sus placeres aparte, pero los que son comunes con el cuerpo dependen
completamente de las pasiones […]”
Las pasiones serían pues el enlace entre el alma y el cuerpo,
pero, hay que entender que las pasiones en cuanto son “moderadas” por una de
las pasiones que es la virtud fundamental: la “generosidad”, es un término que
designa una actitud con respecto a uno mismo, es la capacidad de juicio que
debe guiar nuestra actividad.
Dice Descartes: la generosidad “consiste únicamente, por un
lado, en que [un hombre] conoce que nada le pertenece de verdad, salvo esa
libre disposición de sus voliciones, y que nada hay por lo que deba ser alabado
o censurado, salvo porque la utilice bien o mal; […] en que siente en sí mismo una
resolución firme y constante de utilizarla bien, es decir, de no carecer jamás de
la voluntad de emprender o ejecutar todas las cosas que juzgará mejores. Lo cual
es seguir perfectamente la virtud.” (Art. CLIII)
Encontramos aquí a un Descartes alejado del dualismo de sus “Meditaciones
Metafísicas”, un Descartes que postula que un cuerpo es fuente de inspiración
que anima la mente, y ya no se encuentra aquí la concepción del cuerpo como una
máquina a programar.
Notas:
1. Nota del traductor de Ludwig Binswanger. Tres formas de la existencia frustrada. Trad. Edgardo Albizu. (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1972). Pág. 212
2. Jacques Lacan. Subversión del sujeto y dialéctica del deseo.
En Escritos. trad. Tomás Segovia. (México: Siglo XXI, 1998). Pág. 783
3. En: Pensando el mudo desde Bolivia, (La
Paz: Instituto Internacional de Integración, Convenio Andrés Bello, 2011). Pág.
53
4. Giorgio Agamben. ¿Qué es un dispositivo? Trad. Mercedes
Ruvituso. (Barcelona: Anagrama, 2015). Pág. 58
5. Michel Foucault. La verdad y las formas jurídicas. Trad.
Enrique Lynch. (Barcelona: Gedisa, 1996)
6. René Descartes. Tratado de las pasiones del alma. Trad.
José Antonio Martínez Martínez y Pilar Andrade Boué