El Âsana (una aproximación)
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
“Se logra así [con el
âsana] una cierta «neutralidad» de los sentidos; la conciencia no se ve ya
turbada por la «presencia del cuerpo». Se logra la primera etapa hacia el
aislamiento de la conciencia; empiezan a levantarse los puentes que permiten la
comunicación con la actividad sensorial.” Mircea Eliade
Introducción
La palabra Âsana, con la primera vocal acentuada ya que
tiene el valor de una doble “a”, no se encuentra aún en el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española (DRAE), sí la encontramos en el Diccionario de uso del español de María
Moliner, allí la palabra está clasificada en el género masculino y tiene la
definición tan conocida: “En el yoga, postura corporal.”
El âsana, es el componente del yoga más conocido en
occidente, incluso podríamos decir que es lo único conocido del yoga y, sin
embargo, no se lo comprende. Llevados por la idea del “estar en forma”, la
confusión sobre la significancia del âsana crece inconmensurablemente, se
privilegia la “imagen” del cuerpo sobre el sentido del tercer anga del Yoga.
El Âsana en Patanjali
“Sthira-Sukham Âsananm”, reza el aforismo 46 de los Yoga Sutras
(1), las traducciones varían, pero podemos adoptar las que hacen referencia a
las características de la “postura”: comodidad (Sukham) y firmeza (Sthira).
Si reconocemos, como muchos estudiosos lo hacen, por
ejemplo: Mircea Eliade (2), que Patanjali, el autor de los Yoga Sutras, era al
mismo tiempo un gramático, entonces debemos prestar atención a las palabras que
emplea para definir el âsana. Sthira significa: estable, duro, firme,
inamovible; en cambio Sukham significa: cómodo, pero también feliz, alegre,
placentero. En la mayoría de las transcripciones se mantiene un orden:
Sthira-Sukham, primero, la firmeza, después la comodidad. La postura primero
debe ser firme, debe manifestar quietud para después logar comodidad.
En los Yoga Sutras Patanjali le dedica
sólo tres aforismos al tercer miembro de su óctuple sistema, los sutras 46, 47
y 48, pero estos tres pueden ser asociados a muchos de los aforismos más
importantes. El primero ya lo hemos enunciado: Sthira-Sukham Âsananm, el
segundo dice: «Prayatna-saithilyânanta-samâpattibhyâm», “la postura se vuelve firme y cómoda mediante la relajación de la
tensión y la fusión con el infinito”; el tercer aforismo dedicado al âsana
sostiene: «Tato dvandvânabhighâtah», que quiere decir: “cuando se domina la postura, el yogui no resulta afectado por las
situaciones extremas como el calor y el frío” (3).
Estos tres sutras dedicados al âsana, tienen relación con
los dos primeros sutras de la tercera parte de su tratado, en el Vibhuti Pâda,
se dice: «Dêsa-bandhas cittasya dhâranâ», “En
estado de abstracción sensorial, la concentración es la fijación de la mente en
un solo punto”; y «Tatra pratyayaika-tânatâ dhyânam», que significa: “la meditación es el sostenimiento prolongado
de las ideas que se presentan durante el estado de concentración”. Ambos
Sutras definen dos de los últimos tres miembros del Yoga: Dhâranâ y Dhyânam, lo
que quiere decir, que âsana es la vía para acceder a estos otros aspectos más
internos del Yoga.
Así lo entiende Mircea Eliade, cuando sostiene que mantener
la estabilidad rígida del cuerpo es una condición para la “suspensión total de
la atención a la presencia del propio cuerpo” (4). ¿Por qué Eliade sostiene
esto, que es central al Yoga de Patanjali, tomar al cuerpo como un obstáculo
para lograr la definición inicial del Yoga: la cesación del torbellino de la
mente?
Cuerpo biológico y cuerpo “sutil” en los Yoga Sutras
Para entender porque el cuerpo debe “cesar en su presencia”
para que el yogui alcance la liberación, hay que ejercitar el “pensar” (al
estilo heideggeriano), es decir, destruir y desmontar las ideas preconcebidas y
aceptadas casi sin crítica sobre el cuerpo y, es que, para la mayoría, el
cuerpo está tan cerca, que pensamos que sabemos todo sobre él. (Al respecto Cf. El concepto de cuerpo en el Yoga).
Vemos aquí la analogía entre el Purusha (espíritu) y la Prakriti
(la materia), dos términos que son centrales al Sâmkhya, el sistema
filosófico que es la base del Yoga de Patanjali, entre estas dos esencias
existe, para algunos una “proximidad” y para otros una “conexión”, de cualquier
manera, ya sea por su conexión o por su proximidad la Prakriti se refleja en el
Purusha y, a su vez, el Purusha se refleja en la Prakriti, como sostiene
Vijñânabhikshu, uno de los más importantes comentadores de los Yoga Sutras:
«Esta particular conexión entre la buddhi y el âtman [= Purusha] es la causa del reflejo de uno
en otro». (5)
Para el Sâmkhya, la creación se da en esta conexión o
proximidad, esta creación es también la del “cuerpo tosco”, shtûlsarira, como el “cuerpo sutil”, sûksmasarira (tantas veces mencionado
por Mircea Eliade, passim), este
último está compuesto por la buddhi,
el intelecto, la ahamkâra, el yo, el manas, la mente.
Debemos recordar aquí, brevemente (ya que la explicación del
sistema Sâmkhya podrá ser la causa de otra entrada en este blog), que toda la
materia está compuesta por los tres Gunas o modalidades de la materia:
Sattva, Rajas y Tamas. Sattva es la existencia, la manifestación que revela;
Rajas, el impulso, la pasión que incita; Tamas la inercia, la oscuridad que
inmoviliza (6). Ahora bien, la Prakriti, la materia propiamente dicha es
estable, es armonía absoluta, esta estabilidad excluye toda diferenciación,
toda diversidad, cuando se rompe el equilibrio ocurre la Evolución de la materia.
Es decir, y en lo que aquí nos interesa resaltar, el “cuerpo tosco”, la materia, el cuerpo biológico,
es estable, indiferenciado, en cambio el “cuerpo sutil”, ya producto de la
“evolución”, es diferenciación pura, inestabilidad, desarmonía.
Recordemos, también, por otra parte, que ambos sistemas
filosóficos: Sâmkhya-Yoga, están imbricados, el uno proporciona la base lógica
del otro, el Yoga presenta el método para lograr la liberación mediante la
indiferenciación de Purusha, el “cuerpo sutil” debe ser regulado, llamado a la
disciplina, la acepción más más difundida de la palabra Yoga, es la de unión,
sin embargo, en el sistema de Patanjali significa, como lo han notado muchos
estudiosos serios, entre ellos Mircea Eliade: “someter a una disciplina”,
“poner bajo el yugo”.
Aquí podemos ver dos cuerpos: uno epistémico, es el de un
saber que viene como programa, indiferenciado, estable, que tiene un
conocimiento no aprendido, por eso un “saber”, que le indica cómo sobrevivir,
por otro lado, vemos un “cuerpo sutil”, compuesto, a su vez, por componentes
que llevan a error, como manas (mente), buddhi (intelecto), ahamkâra (ego). El
primero es el cuerpo que podemos llamar: cuerpo-placer, regulado, estable; el
segundo es el cuerpo-goce, desregulado, aberrante, que rechaza la verdad. Así,
el mismo organismo se encuentra dividido entre dos amos y no es fácil seguir a
dos amos.
Podemos definir el Yoga, no como un conocimiento existencial
que liberaría, tal como lo postula el Sâmkhya, sino como un “saber
hacer con el cuerpo”, el Âsana sería ese preciso momento en que
mediante la firmeza (sthira) y el “deleite del corazón” (sukham) (7), se logra
la “cesación del torbellino de la mente”: Yogah
cittavritinirodhah.
Por eso Iyengar puede decir: “El yogui conquista el cuerpo
mediante la práctica de las Âsanas, y
hace de él un vehículo adecuado del espíritu. […] Por la ejecución de las âsanas el sâdhaka gana en primer lugar salud, que no es mera existencia: se
trata de un bien que no puede adquirirse con dinero, sino que debe ser ganado a
fuerza de duro trabajo; un estado de completo equilibrio entre cuerpo, mente y
espíritu. La salud es poder olvidarse de la consciencia física y mental.”
(8)
Con el âsana llega el “olvido de la conciencia física y
mental”, podríamos decir que el “cuerpo-goce” cae, se separa purusha, el
observador, el yogui queda en esa “aislamiento o soledad trascendental” denominada
Kaivalya (título del cuarto capítulo de los Yoga Sutras), el cuerpo cae como
una piel y es vuelto anudarla por el yogui, pero de una manera diferente, porque
ya sabe “cómo hacer con el cuerpo”.
Notas
(1) El Yoga de Patanjali. Los Yoga Sutras.
Trad. de José Antonio Offroy Arranz. (Madrid: Ediciones Librería Argentina,
2012)
(2) Mircea Eliade. El Yoga. Inmortalidad y libertad.
Trad. Diana Luz Sánchez. (México: Fondo de Cultura Económica, 2013). Técnicas
del Yoga. Trad. Alicia Sánchez. (Barcelona: Editorial Kairós. 2000)
(3) El Yoga de Patanjali. Los Yoga Sutras.
O. C.
(4) Mircea Eliade. El Yoga. Inmortalidad y libertad. O.
C. Pág. 51
(5) Citado por: Fernando Tola y Carmen Dragonetti. Filosofía
de la India. Del Veda al Vedânta. El sistema Sâmkhya. (Barcelona:
Editorial Kairós. 2010). Pág. 621
(6) F. Tola y C. Dragonetti. Filosofía de la India. O.
C. Pág. 565
(7) Comentario de B. K. S. Iyengar en: Luz sobre el Yoga. Yoga Dîpikâ.
Trad. José Manuel Abeleira y Érika Pastrana. (Barcelona: Editorial Kairós,
2005)
(8) B. K. S. Iyengar. La luz del Yoga. Trad. Centro de
Yoga Iyengar de Madrid. (Barcelona: Editorial Kairós, 2001). Págs. 41-42.
Énfasis nuestro.